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El Solitario George no estaba tan solo

Una de las especies más antiguas de nuestro planeta es la de las tortugas. Habitan nuestro mundo desde hace miles de años y  con su lento pero firme andar, sin pausa pero sin prisa,  se ganaron un lugar dentro de nuestra gran casa, que es el planeta Tierra. Por tratarse de seres milenarios, en diferentes culturas, se las relaciona con la sabiduría y la experiencia. Habitan tanto el agua como la tierra y algunas especies de tortugas terrestres viven hasta los doscientos años de edad. Y, tal vez, su enseñanza para las especies más novatas  por estos lugares sea que  con paso firme  y constante, de a poco, de a poco cada día, se puede llegar a cualquier parte.

Quizás ése haya sido  el legado del Solitario George, un tortugo terrestre de la subespecie Tortuga gigante de Pinta (Chelonoidis nigra abingdonii), oriundo de dicha isla que conforma el archipiélago de Galápagos en Ecuador. Se transformó en un ícono de aquel país y, en especial, del Parque Nacional Galápagos por ser el último ejemplar de su subespecie. Debido al cambio en su ecosistema, por la introducción de cabras y cerdos, que se comían las plantas de las que se alimentaban las tortugas, y la caza de otros quelonios que servían de alimento duradero para balleneros, pescadores y piratas que pasaban por las islas en tiempos coloniales, la cantidad de estos animales ancestrales fue disminuyendo en número.

Cuando en 1971 se descubrió al Solitario George y se observó que se había quedado finalmente solo, sin siquiera una hembra con la que aparearse y producir descendencia,  los conservacionistas decidieron trasladarlo a la isla de Santa Cruz, donde se encuentra la Estación Científica Charles Darwin, que lleva el nombre del célebre naturalista de la teoría de la evolución por selección natural justamente gracias a sus investigaciones en las Galápagos.  

El  Solitario George

Solitatio GeorgeImagen / Arturo de Frías Marques


Una vez trasladado allí, intentaron  que  el reptil se apareara con  hembras de la subespecie Tortuga gigante del volcán Wolf (Chelonoidis becki), de genética aparentemente similar a la de él. Luego se descubrió que la subespecie Tortuga gigante de la Española (Chelodonis hoodensis) era  aún más similar que la anterior. Pero a George le llevó un tiempo acercárseles, tanto a unas como a otras, ya que se tomó su tiempo para aclimatarse en su nuevo hogar. Luego de unos quince años, lo logró, pero lamentablemente al tiempo se constató que los huevos que habían puesto las hembras eran estériles, por lo que no se logró la continuidad de su subespecie, ni la de sus genes.

El  Solitario George

El Solitario George Imagen«putneymark»


Y el 24 de junio de 2012 llegó el día de su partida. Todos la lamentaron: desde su cuidador, Fausto Llerena, hasta el presidente de Ecuador, Rafael Correa. La subespecie del Solitario George, pasó a integrar la larga y triste lista de animales extintos. Se congelaron algunas de sus células con la esperanza de una eventual clonación, pero la viabilidad de ese proyecto es todavía incipiente. Sí decidieron embalsamarlo y exhibirlo para que futuras generaciones también puedan conocerlo.

En la actualidad, sólo quedan once subespecies de tortugas gigantes; cuatro menos de las que encontró Charles Darwin en 1835, cuando viajó a Galápagos por tratarse de un lugar ideal para sus investigaciones por la rica biodiversidad de flora y fauna del archipiélago. Pero tal vez, nos estemos apresurando para dar por terminada esta historia. Si las tortugas se toman su tiempo, ¿por qué no hacerlo nosotros también? ¿Cuál es el apuro?

Según investigaciones recientes, en las cercanías del volcán Wolf en la isla Isabela, se encontraron tortugas híbridas  descendientes de las tortugas de la isla Pinta y de otras islas también. Se trata de nueve hembras, tres machos y cinco jóvenes portadores de genes iguales a los del Solitario George por lo que no está  todo tan perdido. Los biólogos que trabajan allí creen que, con estos descendientes, se puede volver a poblar la isla Pinta y que, por la cantidad de tortugas jóvenes híbridas que encontraron, es posible que existan antecesores puros también, dada la longevidad de las tortugas. Entonces este no es el final de esta historia, es sólo una vuelta de página, el comienzo de un nuevo capítulo. En más de una oportunidad, las respuestas a nuestros interrogantes  llegan con el tiempo. Es cuestión de saber esperar. Y como dijo Darwin: “matar un error es tan útil como, y algunas veces aún mejor que, el establecimiento de una nueva verdad o hecho”.

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Laura Kluger

Laura Kluger es una escritora creativa aficionada a las historias de animales, ya sean basadas en imaginación o en animales famosos de la vida real.

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  1. Ilse
    • Laura Kluger
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